Transformar la adversidad en cambio y aprendizaje
Artículo elaborado por Silvia Gil
Rossana se preparó un café, se sentó en su sillón y encendió el televisor. En el noticiero anunciaba la intervención del banco donde trabajaba, se quedó pálida y sus latidos empezaron a aumentar.
Ella me dice: “la intervención del banco llegó en un momento difícil para mí. Acababa de divorciarme tras un matrimonio de 20 años y mi madre se estaba muriendo de un cáncer de mama”.
¿Cómo tú respondes a las adversidades de la vida?, ¿deseas vengarte, herir a los demás?, ¿te vuelves físicamente agresivo?, ¿o te quedas paralizado?
Las personas reaccionan a las desavenencias de la vida de distintas maneras. Otras prefieren el papel de víctima y entran en un espiral de pensamientos chatarras y sentimientos inútiles e infelices. “Es injusto”, “mira lo que me están haciendo ahora”, “mi vida es una porquería”, “nací para sufrir” (me lo decía una amiga).
Otro grupo de personas se enfrentan a las angustias, se orientan rápidamente a la nueva realidad aceptando lo sucedido y actuando desde esa aceptación. Se adaptan con retos inmediatos.
Estoy hablando de la resiliencia, que significa afrontar las vicisitudes de la vida y transformarlas en cambio y aprendizaje.
Vivimos en una época con demasiados cambios y demasiado rápidos, en aguas turbulentas. Por tal motivo es ideal encontrar nuestro ojo calmo practicando el mindfullnes y el pensamiento positivo.
Todos poseemos innatamente la resiliencia, pero solo unos pocos la desarrollan. Podemos observar cómo el estrés separa a las personas en dos grupos: aquellas personas que desde el comienzo son demasiado débiles para soportar y las que son suficientemente fuertes para enfrentarse a ese mismo estrés, de modo que, si lo logran, saldrán más fortalecidas, más fuertes y más atemperadas.
En el caso de Rossana, una persona con resiliencia tomará la pérdida del trabajo como una oportunidad para encontrar algo mejor aún, buscará que la relación con su exesposo sea lo más sana posible sin envenenar a los hijos y buscará la forma de ser una hija presente llenando de amor a su madre.
Estas personas tienen la habilidad de mirar con buena suerte las dificultades, lo que otros muchos sólo ven mala suerte. Las personas con resiliencia son más optimistas, tienen fortaleza, gestionan mejor el estrés, poseen mayor creatividad y una inteligencia emocional más agudizada.
También tienen la capacidad de arreglárselas bien cuando hay alteraciones profundas, mantienen una buena salud y energía cuando están sometidos a presión constante, se recuperan fácilmente de los contratiempos, superan las dificultades, y hacen todo lo anterior sin actuar de una manera egoísta o disfuncional.
La resiliencia te enseña a cómo dominar el cambio, administrar la presión y recuperarse de los contratiempos.
Significa ser capaz de recobrarse de eventos significativos que, a primera vista, pueden aparecer totalmente abrumadores. Cuando la vida de las personas resilientes sufre una interrupción, estas manejan sus sentimientos de manera saludable.
Se permiten sentir pena, ira, culpa, sensación de pérdida y confusión mientras están dolidos y angustiados, pero no dejan que esto se convierta en sentimientos permanentes. El resultado inesperado es que no sólo lo superan, sino que a menudo salen más fortalecidos que antes. Aplican la famosa frase: “lo que no mata, me fortalece”.
Por este motivo las personas más resilientes suelen manejar las dificultades de una manera más sencilla que los demás. Se mantienen sanos en un ambiente insano. Esperan construir su vida truncada de una manera nueva que les funcione y la inteligencia para superar la adversidad les desarrolla una nueva fortaleza y una nueva habilidad.
Si esta época del año te genera mucho estrés, es el momento ideal para que empieces a practicar un cambio de pensamiento y un cambio de mirada. Así evitarás repetir esta historia todos los años. Si todos los diciembres te genera los mismos sentimientos es porque no hay cambio ni aprendizaje. Es tu poder interno cambiar y no esperar que otros cambien.
“Nada ha cambiado, solo yo he cambiado, por lo tanto, todo ha cambiado”, Marcel Proust.
Me despido deseándote un término de año con paz y gratitud.